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San Gregorio Armeno


    Último día de viaje en Nápoles. Todo estaba planificado, así que fue, unas horas antes de coger el vuelo, para cuando dejé lo de visitar la zona donde se vendían estas figuras para el belén. Pregunté en el hotel dónde era que las vendían, si en alguna tienda; y me mandaron a la via San Biagio dei Librai. La recorrimos muy rápido, que no nos quedaba demasiado tiempo y, por entonces todo era una curiosidad pueril. Si vimos alguna tienda con luces navideñas, o con regalos de celofán. No olvidemos que nos encontrábamos en pleno agosto. Y ya, a poco de darnos por vencidos, caímos en una esquina donde se abría al fondo un arco bajo un campanario barroco. Se trataba de la via San Gregorio Armeno. No la olviden. Ésta sí es la calle.
 
   San Gregorio Armeno se trata de una minúscula porción de cierto zoco. Es la milla del belén. Es un anticuario en sí que no ha dejado de respirar. Doblar aquella esquina fue caer en un burgo del siglo XVIII dominado por un solo gremio: el de los presepistas; o como se diría en castellano: los belenistas. Cada tienda era una oda a la artesanía de lujo. Y digo de lujo porque fue ahí donde mi intención de comprar una parejita de pastores se vino abajo; pues una sola figura de calidad podía superar los 900 €. Ya veremos más adelante por qué. Los tenderetes de las puertas se mezclaban unos con otros. Los artistas te saludan desde la puerta o te invitan a entrar. No para que compres, sino para que admires la excelsitud de sus obras. Más adelante también contaré lo que vimos asombrados en aquella calle. Por ahora sólo comento que, acuciado por el placer que me causaba admirar aquellas obras, no pude si no llevarme unas cabezas de barro para montar yo mi propio misterio.

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